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RESUMEN 2008 : EL AÑO DE LA RECESION


WILEY-Cash In My Pocket

El 2008 no pasará a la historia como un buen año para la cultura del pop. A la crisis que una industria cuyo modelo ha caducado lleva acarreando desde el cambio de siglo, y que año tras año viene diezmando las ventas de producto físico sin que la ascensión del producto digital cubra la diferencia; se ha unido otra mayor, económica y a escala global que amenaza con devastar una buena parte del negocio musical tradicional.

No obstante, es en el terreno creativo donde la debilidad del pop actual más se ha hecho notar. Las listas de éxito siguen mostrando su creciente divorcio con la innovación, pobladas de estrellas artificiales salidas de espectáculos de reality tv, afianzados en todo el mundo como imparables franquicias de blandenguería y vergonzante vuelta a los estándares más casposos. Sesudos analistas culpaban también a la baja calidad de una nueva generación de bandas, que dependen desde sus principios de un marketing excesivo para sobrevivir. La bajada en ventas, ha convertido al negocio de la sincronización de canciones en anuncios, series y películas en el mas rentable; propiciando que un aluvión de músicos a la hora de componer, lo hagan con la idea de buscar el lucrativo patronazgo comercial, dejando en un segundo plano motivaciones creativas.

Paradójicamente, el sector de la música en vivo donde el negocio se había mantenido boyante, ayudando al resto a salir a flote, ha empezado a flaquear también, debido sin duda a la excesiva oferta y espectacular subida de precios. El circuito de festivales, hipertrofiado en número y decadente en calidad, empezaba a tener notables bajas, siendo ejemplo máximo el rey Glastonbury, que por primera vez no consiguió vender todo su aforo. Coachella, en los USA, tuvo que contratar en el último minuto a Prince, para paliar las flojas ventas de entradas.

La prensa llego a la conclusión unánime de que la primera década del siglo XXI ha fragmentado a la audiencia y no ha producido artistas con la capacidad de convocatoria suficiente como para llenar festivales. Numerosas estrellas en retiro volvían a la carga, al amor de la nostálgica demanda: unos reunidos para tocar discos clásicos en su integridad (Sebadoh, Tortoise, etc) moda creciente entre bandas independientes; otros se envalentonaban y ofrecían nuevos trabajos, saludados por lo general como retornos a sus momentos de buena forma y dando lugar a una curiosa sensación de deja-vu. A lo largo del 2008, uno podría pensar que había retrocedido una o dos décadas en el tiempo: Portishead, Nick Cave, Stereolab, R.E.M, The Breeders, Spiritualized, Leila, etc. copaban titulares; con las estelares vueltas a los escenarios de My Bloody Valentine y Leonard Cohen como momentos álgidos.

No solo discográficas y festivales han acusado la recesión. La radio musical cosechaba audiencias mínimas, mientras que sus alternativas en internet eran acosadas por las sociedades de autores para cobrar un copyright abusivo que, llevado a la práctica, supondría el final de muchas emisoras, blogs y websites emergentes y aún pequeñas, que en los últimos años tomaron el espíritu indie de los ochenta, con sus virtudes y defectos, y han sido clave en dar a conocer a cientos de nuevas bandas. La mano de la gran corporación defendiendo sus intereses se hacia notar en la desaparición o compra y consiguiente remodelación de alguna de esas emblemáticas direcciones. Bye bye Paperthinwalls! Nuevos modelos de contratación musical, emprendedoras ideas y websites que propician la escucha gratuita financiando los derechos de autor con publicidad eran probadas con desigual fortuna. Aunque en los próximos años Live Nation, Spotify y Shazam, entre muchas otras iniciativas, coparán con sus diferentes propuestas la atención del aficionado.

En cuanto a los estilos dominantes, pocas señales de novedad: el mundo indie, con Brooklyn aún como epicentro, seguía dominado por el shoegazing ochentero, con cientos de nuevas bandas acudiendo a beber a las fuentes de MBV y Jesus & Mary Chain; la música de baile continuaba su romance con el electro y el mundo del rock comenzaba a rescatar del ostracismo al grunge de los 90 y al garaje rock más clásico.

Los miembros más veteranos de la Academia se quejan de no recordar un año en el que la calidad media fuera tan mediocre. A pesar del elevado numero de discos publicados, cuya difusión esta más al alcance de todos que nunca, el sentimiento generalizado es que pocos serán recordados como referencia en el futuro. Muchas de las estrellas del blog rock, productos de un hype excesivo, pasaban en tiempo record de ser ensalzadas a ser vituperadas; invariablemente incapaces de satisfacer las tremendas expectativas que un par de buenos singles iniciales despiertan en la red (el sangrante ejemplo de los Black Kids esta en memoria de todos). Páginas y páginas de análisis cuestionaban la relevancia del álbum en la era digital, cuando cualquiera puede comprar las canciones que le gustan y descartar las demás. Sin embargo, nuestra lista de singles tampoco parece repleta de potenciales clásicos.

Haciéndonos eco de este triste panorama, comenzamos nuestro resumen audiovisual con las decepciones del año. A continuación, hemos reducido nuestro tradicional Top 100 de mejores álbumes a la mitad. Precedido por un especial “101 menciones especiales” en el que destacamos, por estilos, la avalancha trabajos dignos; continuaciones discretas y esfuerzos decentes que han sido la tónica general. A pesar del pesimismo, el 2008 desenterró suficientes momentos sonoros interesantes como para seguir disfrutando, es solo que esta vez hubo que cavar más hondo para encontrarlos.