Haneke se supera a si mismo en “La Cinta Blanca”.

Breve nota para recomendar con entusiasmo la nueva película de Michael Haneke, “La Cinta Blanca“. Hablar de ella haciendo justicia requeriría mas bien un extenso ensayo que un mero comentario de blog. Solo decir que posiblemente sea la mejor película que hemos visto desde que el mismo director alemán nos deslumbrara con “Caché”.

En una reflexión sobre la historia de su país y los precedentes que condujeron a la aparición nazismo a través de la vida de una pequeña comunidad rural, plasmada con impresionante detalle; Haneke sigue formulando preguntas importantes, dejando las respuestas en el aire. Su impronta filosófica aporta a su filmografía una vitalidad e inteligencia desconocidas en el cine actual. El modo en que sin apenas manipulación -la historia está contada a través de la voz en off del maestro del pueblo; careciendo de banda sonora, trucos de luz, etc.- y con una magistral cinematografía en blanco y negro Haneke nos introduce con pausado pero certero ritmo en los secretos de los personajes – seleccionando magistralmente lo que muestra y lo que omite – sirve para describir un entorno en la que el individuo está regulado y reprimido hasta la asfixia por la estructura de clases; intolerancia religiosa; la ignorancia y el secretismo de una sociedad que promueve una intachable y disciplinada apariencia formal, pero cuya dependencia en férreas normas de conducta la corrompe hasta el tuétano.

Merecida ganadora de la Palma de Oro en Cannes; la belleza de cada una de sus escenas, cuidadas hasta el mínimo detalle y la abundancia de ideas plasmadas en “La Cinta Blanca” seguramente la convertirá en uno de los clásicos por los que la primera década del siglo XXI será recordada.

He de verla otra vez.