(Edit © Kees van Dijkhuizen, 2009)
El 2009 finalizaba con más pena que gloria, poniendo fin a una década cinematográfica llena de altibajos. Fue año que se iniciaba presagiando notables cambios en la industria; el mas importante de ellos la adopción del cine en 3-D por las majors de Hollywood como nuevo formato reinante. El 3-D ofrece la ventaja de poder combatir la piratería, así como la excusa perfecta subir el precio de las entradas con la coartada de la más costosa novedad tecnológica.
La tercera dimensión está suponiendo ya un empujón para géneros tan populares como la animación (“Up”; “Cloudy With A Chance Of Meatballs”); el terror y la ciencia ficción. “Avatar” se ha confirmado ya como la película mas taquillera de la historia. Pero su consecuente boom era precedido por otros excelentes trabajos aún en las convencionales dos dimensiones –“Sector 9”; “Star Trek” o “Moon” – que han devuelto al primer plano a un malogrado género que últimamente se limitaba a la adaptación de comics a la gran pantalla.
Pero si los blockbusters y el consumo de palomitas están de enhorabuena; el cine de autor y las cinematografías del mundo daban preocupantes signos de sequía, entre múltiples voces alzándose contra el empobrecimiento narrativo que el efectismo del 3-D va a traer consigo. El cine del mundo ha sufrido un ejercicio particularmente débil en el que las emergentes producciones asiáticas e hispanoamericanas parecen haber perdido parte de su atracción.
Europa ofrecía dos grandes sorpresas con “Déjame Entrar” y “Un Profeta”, pero no brillaba por la cantidad de su oferta. El cine de autor daba una de cal y dos de arena: Por cada obra maestra de director prestigioso (Haneke ofrecía “La Cinta Blanca”; Los Coen conseguían al fin su gran comedia con “Un Hombre Serio”; Kathryn Bigelow impactaba con su visión de la guerra de Irak; Gus Van Sant se encargaba de llevar a la pantalla la icónica biografía del político gay Harvey Milk y Charlie Kauffman debutaba como director con la cima de su ya verificada imaginación como escritor, “Synecdoche, New York”) nos encontrábamos numerosos descalabros (Los nuevos trabajos de Frears; Almodóvar; Eastwood; Amenabar y muchos otros no estuvieron a la altura de lo que cabía esperar). Todo ello refrendado por películas de notable repercusión como “500 días de verano”, evidencia irrefutable de que los modos y la estética del cine independiente americano han sido engullidas por el mainstream, sin que haya nada que lo reemplace –la corriente “mumblecore” esta aún en fase embriónica para ser considerada como heredera digna.
Por último, la creciente impresión de que la industria esta encasillando al cine mas serio y adulto en los meses que rodean la temporada de premios; dejando el resto del año para blockbusters y la pedrea de los títulos presentados a festivales y galardones, sin obtener especial suerte. El consecuente empobrecimiento de la cartelera no contribuye a alegrar el panorama para aquellos que seguimos el cine como forma de arte que transciende el mero entretenimiento.
Comenzamos con un poco de retraso nuestro repaso cinematográfico anual. En los próximos días recordaremos lo peor que hemos visto; las decepciones; las sorpresas; pecadillos y finalizaremos con las que consideramos mejores 40 películas del año. Esperamos que os guste.