Donde Nick Cave con su proyecto paralelo a los Bad Seeds se volvía a soltar la melena y exploraba esta vez las fronteras de la psicodelia y el prog-rock, a la vez que añadía un bienvenido toque de humor. La segunda entrega de Grinderman confirmaba a la formación como una valida alternativa del prolífico Cave y compañía para cambiar de registro y experimentar valientemente por otros derroteros sonoros, aparte de demostrar una vez más que el cantautor australiano sigue gozando de un inalterable estado de gracia a la hora de componer.